Rachel Boley es una madre soltera que vive en Estados Unidos y que colabora en el blog Scary Mommy, donde se recogen testimonios de lo que significa ser mamá. A través de esta plataforma Boley relató como es ser madre soltera y también le dedicó unas líneas al padre de sus hijos, quién la abandonó al año. “No estoy enojada contigo, siento pena por ti”.
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Te estás perdiendo de todo
Te miré mientras dejé mi corazón en tu apartamento, la primera vez que sostuviste a los chicos en más de un mes, y una vez más recordé tu realidad. Vi el vacío en tus ojos. El mismo vacío que siempre vi yo. El mismo vacío que intenté llenar conmigo. Con mi amor. Con tus hijos.
Escuché tu voz raspada de tanto fumar la noche anterior. Supe que habías dormido todo el día, porque te sentías demasiado enfermo como para moverte. Entendí que te sentías fatal y supe que no serías capaz de cumplir con tu obligación hacia nuestros hijos.
Pude oler tu resaca. Y recordé verte así cada fin de semana durante años. Sentí cómo mi corazón se hundía en mi estómago mientras alejaba el dolor de verte así y de tener que dejar a mis hijos bajo tu cuidado. El dolor de los recuerdos que volvieron como un torrente.
Te sonreí y pretendí que todo estaba bien. Pretendí no darme cuenta de la verdad, y sólo te pregunté si estabas bien. Me dijiste que sí, pero yo sé la realidad. No estás bien.
Se supone que debes ser un hombre. Un hombre al que puedan admirar. Un hombre al que quieran parecerse cuando crezcan. Un hombre que les enseñe cómo ser hombres. Te aman, e incluso ahora te admiran, pero no les estás enseñando a ser hombres, y ciertamente no pueden contar contigo.
Me enviaste un mensaje de texto esa misma noche, sólo unas horas después de que me fui, y supe que era lo que te negabas a admitir. “Sé que no quieres oír esto y que probablemente lo usarás en mi contra de algún modo, pero estoy vomitando mucho y no puedo dejar de sudar. Me está asustando un poco. Y no, no he bebido“.
Supe que estabas con efectos de abstinencia. Pude verlo venir horas antes. Ésta no fue la primera vez, y no será la última.
Para ser honesta, me alivió el recibir tu mensaje. Incluso sin admitirlo o sin reconocer la fuente real de tu malestar, estaba feliz de traer a mis hijos de vuelta a casa. Mi instinto de mamá supo que me necesitaban y que tú no estabas en un estado en el que fueras capaz de cuidarlos. Así que gracias, por lo menos, por ser lo suficientemente inteligente para admitir que no podías cuidarlos esas noches. Incluso si no puedes admitir el por qué.
Ya no siento ira hacia ti. Por lo menos no de la forma en que la sentía antes. Ahora siento tristeza, y me consume cuando te veo. Me da lástima tu situación y las personas que caen con tus mentiras y halagos. Desearía que las cosas fueran diferentes. Pero ya te he dejado ir.
No quise desear que dejaras ir a los chicos, pero la verdad es que ya lo has hecho. Mientras intentas tragar de un sorbo todo tu tiempo con ellos, yo disfruto de ellos a cada minuto. Mientras te acuestas con Dios sabe quién, yo soy quien les enseña a atornillar los clavos en su banca de plástico.
Mientras duermes abrazado a tu resaca, yo abrazo a nuestros hijos. Mientras tú “sales” con varias personas, bueno, yo también lo hago. Con 3, para ser exactos. Pero los míos son amores que durarán toda la vida, mientras que los tuyos sólo durarán una noche. Mientras tú creas excusas, yo creo recuerdos. Te sorprendes por las cosas que saben y me cuentas como si fuera algo desconocido para ambos.
Yo sé lo inteligentes que son. Yo soy quien les está enseñando las cosas que saben. Te sorprendes cuando ves que se abrazan entre ellos. Yo sé lo dulces que son. Aprendieron a amar gracias a mí. Mientras tu egoístamente sólo vives por ti mismo, perdido en esta vida que tanto dices amar, te estás perdiendo de todo.
No sabes que los chicos han comenzado a vestirse solos. No sabes cuáles son sus comidas o canciones o juegos favoritos. No sabes que todos aman bailar. No sabes que quieren jugar fútbol y que serán muy buenos en ello. Es muy probable que no vayas a sus entrenamientos y juegos. Seré yo quien los anime, y será mi rostro el que buscarán entre las personas.
No sabes cómo enseñarles a ser caballeros, porque tú sigues siendo un pequeño niño perdido. Te estás perdiendo de todo.
Cuando nacieron mi mundo cambió. El tuyo siguió siendo igual. Te perdiste la belleza de lo que creamos juntos y la profundidad de tu rol. Nunca quisiste ese rol en realidad, pero lo aceptaste, y ahora te estás perdiendo de todo.
Ya no estoy enojada contigo. Sólo siento pena por ti, porque tú te estás perdiendo de todo, y yo no.
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